Aftovm Sábado 20 de Agosto de 1887. Núm. Í592, SECO I*7i Mtt. ¿ai; ww^yi Esleí'Irló'lico KX «jasadior caeationos de palpítente interos, la justicia. Qaciramos siacerid simpliflcad&B, «mpleudos TM concurso, prsaapaeatos rii\ lapr/ielad y da la Icdust; rieaade», todaa laü tlranlaai. Y¡üiefe= aoa coabatidos monada y paMgieummxu En Granada, un moo En ti rasto do la Paninsuia, Baleares y posasiones espaao-ss de! N. y O. de Africa, un trirneatra, (pago antjcxpaciü) . . . En las posasioaeü espafíolaa de América, un ziamestre, (pag» anticipado) ' ' í- ■' j > En el extranjero, un «emestre. (Pago amicipsúoj. . . . . En las popesiones españolas do Ccconuc-, «n sc.roeatvo (¡^ asíopunúdJco dwumcoii pruiaroucir «n níZTcon a. laocltara popular, i* rídád dei oosaerejo, do Ii induniria, do la «KiicnUnm y de laa arUs, oaae» 'áel ares jit'II íü. proicrMO 7 dWMtóMi© dáloilpttabloa! no aacaaea aiedio ni nitjfun Bacriflciop «er v¡r cuwulid'a y ripidUMDUi ano loctoro»; eaU conaijfrado «ny Mpacialment Ornada y au provincia; oya y «9 nace «co da toda* anejas justaíi quo os la dirifiren!* La Redacción no es solidaria dalo» articulo» qu« IB dsíñiM cío IOM ifitiMMI de Oj psblieáñ con la firaia ó iniciíúlea de sus autor*».— No ao devuelven lo» oriRínaiM i t il i-.aloo y coiaun ica.i o» q uo a« n oa «nvíen, aanq ue no «a lea d* publicidad en el penod 20 SO TXiLDOR, L/ÜCBNA. ©fófiíac^ í lmpvvvtf:& Callé dt BiM^tttMW, 5. K;E}ÍP£.Í5?5;S s-ja:?.!f(43: ■áel á^is, i<3 «¿«áí.; ¿tf¿ corriente, 25: da meses anteriores, 1 peseta. Asmcíos. — T/míi} I» ¡sénlflide pasieta llnaa an la í/plana.-^Bcénta. Une» lfiS.«.-B0 cinta, despaos de la Miscolinea.-l pta. on la i." (pago anticipado ESQUEXAS MORTaoRiAS'— Tarifa: 4 paseta» cada inaeroion i «na eokmna de la pl»CE.~8 on ÍM S."- 40 oa la l.1 (pago anticipado). CoMUKiC/iDoa. — Tari?»: Do i íi SO pefcetaa línea, á jmcio",del Director (Pago arjticxpnds. La enseñanza papular en España. Quizá alguna nación de Europa posea tan abundantes riquezas uutuiales como la nación española. Cinouenta millones de hectáreas mide su accidentado suelo, y por lo singular de su composición geológica y lo variado de su clima, produce el mismo modo las plantas privativas de los trópicos, que aquellas otras que se desarrollan en las heladas regiones del Moncayo y Sierra Nevada. Crecen lozanos en el Mediodía el naranjo y el olivo: en el Norte, los frescos prados de verano, y los bosques: la vid y los cereales (principalísima Crónica de la moda. Andamos hacia atrás.— El nmarillo.— Caprichos.— Las cintas, — El moaré.— Rio revuelto. — Libertad da buen gusto. — Trajes para campo y playa. Los troges estilo Directorio se hallan actualmente en todo su epoeieo: no solo los sombreros afeetan la forma Caliche con penacho cubriendo el casco, también los vestidos retrocedan á buscar como modelos les que tan bellos y elegantes porecieron á. nuestras abuelas y bisubuelas. Los talles se reco- ll maf-Arkl tía cmqefíar.za los talleres don- I ocu,'ro Por l? común, ya en pastos, IUUU •» ■ gen con unu c¡nta "que parte del sobaco, atraviesa el |4 material cío l^f^^g^M^ na sus ventajas y sus mconvementes, variables en | |ue cruzándose y va á perderse en el drapeado. de el artesano puede perfeccionarse en su oü- C8du |ocai¡dad( en ias quo ei US0( difícil de cambiar, del/túni^ J ^ . hoy existen en España, ni obedecen al pen- ■ Sarniento de sus fundadores, ni llenan el ob- I jeto para que se establecieron. La teoría lo és todo, y la práctica nada. Nuestros resabios \ ideológicos dominan lo mismo en i a primera | enseñanza que en la industria. La enseñanza | déscultivos (hombres de enmpo ó trabajadoras) son de las cosas, lo que ios alemanes llaman el j entro nosotros habitantes de la provincia ó del mis- •: método abjetivo, no so sigue entre nosotros | mo pueblo á quienes se paga ya por tarea, ya po? 1 en ningún' establecimiento de enseñanza. jo™*' «jo, que es lo frecuente, ya en dinero como I ocurro por lo común, ya en pastos, todo lo cual ue- j Todo cultivador cuidadoso debe estar provisto da los instrumentos y agentes cuando llega el momento de usarlos, si no quiere tener que comprarlos m&s caros ó ancontrarso sin ellos cuando les son absolutamente necesarios. Adviértase esto ó los pequeños cultivadores, que son los que parecan'olvidarlo. Y en cuanto á los auxiliares de los grán¬ elo y aprender las principales aplicaciones de las ciencias, no se encuentran tampoco á grande altura. Para que puedan llenar su objeto, es pro viene a dictar lo que ha de hacerse. Cuatro principales recolecciones suelen verificarse: 1« del heno ó paja; la da cereales ó miesos, la de la aceituna y la vendimia: todas ellos exigen una gran actividad y quedan tanto más aseguradas cuan- mercurio que en el globo existen, son los de sierras de Gador y Almagrera, de Hien de ia Encina y Granada, de Cartagena y Almadén. Poseemos cobre en E-iotinto, hierro en Vizcaya y Teruel, carbón de piedra en León y en Asturias, azufre y alumbre en Murcia, Almería y Teruel, sal en Mínglamlla y Torre¡avieja, y, en suma, otros mil y mil criadero's de especies no menos importantes que producen anualmente, según los últimos datos, más de trescientos millones de pesetas. ¿Cuál es la causa de que con tales condiciones y apes^r de tantas ventajas, sea nuestro pueblo, hablando en verdad, uno de los más pobres de Europa? Nada valen los tesoros escondidos en el fondo del suelo y de los mares; nada el clima ni los más fecundos terrenos agrícolas, si el trabajo no los conquista, si la mano del hombre no los transforma. A España íe sobra tierra, pero le falta trabajo, principalmente trabajo directo, trabajo científico. Poseemos minas y no las explotamos: están en su mayor parte en poder de los extranjeros. Hay en abundancia abonos naturales, y en tanto que nuestros campos se esterilizan por falta de ellos, otras naciones las utilizan y se enriquecen. ¿Está por ventura más adelantada la agricultura? ¿Es esta nuestra verdadera industria, la industria naélona!? Por mucho tiempo lo hemos creido así. La falta de estadísticas no había hecho pensar que España era el primer p&is agrícola del mundo. El error ha dejado paso á la luz, y hoy ya se sabe que, por lo general, somos tributarios de otros ^países. ¿Cuál es la causa? La misma que antes señalábamos. Ei cultivo del territorio español, representado en milésimas partes, es el siguiente: tierra de labor 320; viñedos, 36; olivares, 18; prados y pas tos, 160; bosques y monte bajo, 100; terrenos estériles y superficies ocupadas, 220; tierras incultas, 146. Estas cifras descubren parte del enigma. Francia y Bélgica, Italia y Austria, Suiza s Inglaterra, con suelo menos faoundo y climas menos variados, cultivan proporoionalmente, mucho más que nosotros. que signifiquen un progreso, deben ser inmediatamente conocidos por el alumno si hemos de hacer competencia seria á la producción extranjera. El taller de ia escuela ha de ser la vanguardia de la industria nasional; no un museo de antigüedades. En esto, como en tantas cosas no hay nada hecho en España y está todo por concluir, mejor dicho, por empezar. Y no echemos en absoluto la culpa del mal que lamentamos á los gobiernos, sin que tampoco seamos nosotros de los que creen que no tienen en ello parto da responsabilidad; no, la principal causa do todo, la tiene... ¿por qué no decirlo? la parte más interesada, ei mismo pueblo. Su invencible rutiaarismo sé sobrepone) á todo y mata todas las energía» y todos los esfuerzos. Debar do todos ios amantes de la instrucción popular en sus diferentes fases, es trabajar por el armónico desarrollo da aquella, y los deberes son ineludibles. » ün pueblo instruido es un puoblo gíande. La No puode pensarse en el campo, sin que venga á la imaginación el ranravilloso cuadro que nos ofreCásu ifócuadidad. Hó aquí á la tierra skrnpre produciendo: sola, por Ja acción de ia lluvia y al sol, con misteriosa vitalidad, prodigalidad que aturde y variedad 0Q pasma; ó auxiliada por ¿1 hombre, bajo la acción del trabajo, por el poder dal píiisamionto y del sudor humanos, con una docilidad conmovedora, una dirección detarminad;!, y una riqueza asombrosa. Dios dá ciento por uno. Esta Dios es ahora esa fuerza creedora do ia tierra; la vis productica. La Providencia brotando bejo nuestras plantas, ó empujando desde el fondo del suelo ese manto dorado de la miés, esas alf ¡mbras de musgo rnatizodas de flores, esos inmensos panachos de árboles cuajados de frutos, esos enormes canastillos de piKntas forrsgeras, industriales, tintóreas, medicinaies, que por todas partes nos ofrecen alimento, medioacion, placeres, materias para eltrabe.jo, para las manufactures, para los inventos y aplicaciones, para las ciencias y psra las artes, para la vida en fin, de 1 1 civilización; poiqua la vida produce la vida y la tierra es el gr^n depósito de esas energías y virtudes quo en todas partas germinan, se desenvuelven y determinan cuanto está organizado y vivo. Fonod á un hombre junto á un puñado de tierra y habréis enlazado todo lo que es creador en la creación. El hombre se inclina sobre el suelo, lo riega con Tenemos aún una décima parte de nuestro I el sudor; lo abro, lo surca, lo mulle, lo limpia; todas territorio sin "conquistar, sin hacerlo tierra.,, I esttó son carenas; luego le entrega con su capital y lo conquistado, pese á nuestro orgullo ni- i ^s esperanzas; esparciendo en su blapdo seno la oional, está mal cultivado. En Francia, la hectárea de tierra produce, por término medio, 11 hectolitros, y en España apenas 5. En país como el nuestro, donde el agua es oro, no se riegan más que 8.500 kilómetros euadrados. Nos faltan canales; necesitamos trasformar la agricultura de oficio, que es actualmente, en industria: nos falta, en conclusión, lo que antes hemos dicho; trabajo científico, y esto puede lograrse únicamente por medio de la enseñanza popular. La vida moderna exige que la actividad muscular se cambie en actividad nerviosa; que el obrero en vez de ser máquina que ejecute, sea organismo que piense. Nada daña tanto á la propagación de las ; verdades útiles, como el fausto científico con ¡ que las tratan y expenden los profesores de \ estas ciencias. La enseñanza agrícola, en la i forma establecida en nuestros institutos de ; segunda enseñanza, es completamente inútil, porque inútil es todo lo que no tiene aplica- i cion alguna en la vida Lo que la agricuitura española necesita 'son capataces y opera - nos prácticos. i«w pocas Escuelas de Artes y Oficios que [ semilla, y se retira sonriendo. Cuando vuelve, el campo está tapizado de verde; cuando repite su visita, sepúltase hasta el cuello en un mar do ondulantes espigas, que par -can saludarle oscilando sobra sus tallos quo agitan ks feúras, y mostrando entre sus doradas frentes, como gotas de sangro que recuerdan aquellas otras de sudor, las encendidas de amapolas. El corazón humano lote precipitadamente á impulsos de la ambición satisfecha y de la gratitud exciUda: uno de estos sent'mieutos le refiere al mundo el otro al cielo. Aquello que tiene ante los ojos es la cosecha. Li cosecha es el resultado natural de eu trabajo, Ja justa recompensa de sus afanes, las rentas de su capital, el salario do su obra, el término de sus inquietudes, la realización de sus esperanzas, el triunfo de sus esfuerzos, la más hermosa muestra de su ponderado dominio sobre ia tierra. Cada planta tiene sus reg'as especiales en cütn'to á la época y al modo da su recolección; y aun en esta hay momentos distintos psira o«da eápecie, según el producto que de ella se desea obtener. Las circunstancias económicas en que se Inl le el cultivador le pueden hacer adelftnlür ó retardar algunos dias la recolección sin graves inconvenientes dentro de ciertos ¡imites, no muy ampiioa seguramente; porque si los traspasa, se expone á que los frutos no tengan ya las cualidades que los bucen estimables y que promueven su cultivo. El olvido de esta regla influye más de lo que se cree en la cantidad y caiidad de las cosechas, y por tanto, en los beneficios generales de la cultura. aun entre nosotros, no hay todavía mejor maquinaria quo el brazo y la destrezu del hombre. La coseche dei heno se hace cuando florecen las praderas naturales ó artificiales, é 'm porta que no llueva mientras so está verificando. La recolección de los cereales espera á L completa madurez de los frutos; es decir, á la esUcion más calida, y conviene prevenir esas tempestades de verano que comprometen los productos. Y la aceituna y la uva aguardan al otoño, estación ya de clima dulce, aunque no menos expuesta á Huvio.s y vientos fuertes. En el Norte y Oeste do Españ-., tienen las cosechas do maiz y de manzana ó sidra una relativa importancia, porque con aquel se hace el pan de los pobres, y el jugo fermentado de asta reemplaza al vino en aquella región: en el Mediodía por el contrario, la tienen la seeituna y la oliva, fuentes principales do su riqueza agrícola. En otras localidades hay recolecciones accesorias, como las garbanzas de Castiiia, el arroz de Valencia, ei lino y el cáñamo de !>ÍS provincias andaluzas, el lúpulo de Alemania, el lé de China, el moka ds Arabia, el azúcar y el tabaco da Cuba, etc., que pueden tínsr una importancia capítol para tqueilos paisas en que tales particulares cultivos ocupan un lugar privilegiado. Asi sucedía coa 1?. patata, que íéAt di-i se haca ya más común, no solo por ser producto tlimenticio, sino pir el número da industrias en que legal ó clandeslinninente toma parte. Las rocolecciones de maderas y productos forestales llamansa más propiamenta explotaciones; y las da los jardines no pueden tampoco designarse con tal nombre, porque son diarias y se están verificando tocio el año: .sin embargo, á las da los frutos otoñales se les da una importancia particular. Todavía hay otras rocolecciones subsidiarias ó mejor dicho-intermediarias, que recaen sobre aquellas plantas qua ocupan la tierra durante algunos meses y en los intervalos que dejan los cultivos principales. Es labor que se impone á la tierra para qua no adquiera hábitos de ociosidad como los humanos, ó entretenimientos con quo se aprovechan su fuerza productora en aquellos di&s en que nada mpjor hay que encomendarlo. A estos últimos pertenecen la espérgula, el rábano, la naba, el nabillo de invierno, la c-ímelina, la algarroba, la arveja, el cañamón, el alpiste, la zanahoria etc. Un agricultor ia • toiigente debe hacer estas rejolecciones lo m¿s pronto que pueda; porque lejos de dañar á la tierra, i-umentan su fertilidad y con ella las ganancias que esta proporciona, sobra todo cuando tales productos los aprovecha el ganado. Estas mismas rocolecciones suelen llamarse enterradas, cuando se siembran las plantas para hundirlas, mediante una sencilU labor bajo el mismo suelo que les produce, y en el momento de la florescencia. Entonces estas plan - tas constituyen uaa, enmienda, que la tierra agradece y que no es seguramente muy costosa; el trigo sarraceno, la espérgula el trébol, las habas y los altramuces son muy apropósito para este objeto. Este mismo destino ae dá también á los llamadas cosechas muertas, qua son aquellas qua los accidentes naturales han empobrecido tanto y arrebatado & tal punto sus cualidades, que sus productos no cora, pensan los gastos de la recolección. También la Naturaleza suela ser caprichosa y cruel hasta parecer injusta y desagradecida; aunque no tantas veces como se cree, porque no son pocas aquellas en quo la culpamos de los efáctos propios de nuestra imprevisión, de nuestra torpeza ó de nuestra ignorancia y codicia. Pero no deja da acontecer qua parece la Providencia bendecir el trabajo; tal brotan los frutos de Rbundantes y hormos, y de repente, una helada, ol granizo, la tempestad, la falta de lluvia, el ardor del sal, los insectos, los hielan los arrancan, los pudran Jos queman ó los devoran. Hay para desesperarse. La Providencia de arriba parece reñida con la de abajo: el cielo se rebela contra el suelo y ambos cogen en rnodioal hombro, cuyo trabajo esternizan, cuyo cipital arruinan, y cuya-s añoranzas desvanacen. Es verdaderamente una catástrofo. Pero no autoriza ni legítima su posibilidad el quejido constante y la murmuración sempitarna dol culiivddor codicioso: preciso es correr evontuilida(ÍGS, aunque sa camine sobra la solidez del euc-lo, que bejo él f-náa la fortuna, y eata lo hace oscilar f- cilmeote debfjo de nuestras plantas. Trobijar y f-sperar; guardar en el bño bueoo para el año malo, y encomendarse al Autor do todo lo creado y al Gobernador de todos los destinos. CRISTIAN. El blanco, el crema, el hilo crudo, la lanilla calada y el encaje de lana ó el tul corapontn la mayoría da los trajes que son encantadores. El amarillo domina on flores plumas y cintas, adornan los sombreros, so emplea para cin turones; on una palabra. ÍS necesario llevar algo de color combina admirablemente con la los tonos cremas de los trajes Todo se vuelven cambios y mudanzas en la caprichosa moda, qua desoyendo los consejos de la razón, nos gobiurna é impone sus layes. En todo|se ingitíro, hasta en los más menudos detalles, tomíndolos y dejándolos sin más motivo quo su soberano capricho. Ya las cintas picadas han caido en desgracia. La novadad ahora es el ribete liso, la cinta plana, lo primitivo. Bien dican, que no hay nada nuevo bajo el sol! Tambieb está en predicamento al moaré, pero ha. da ser glaseado y do tonos cambiantes. Las harmosas cintas del nuevo moaré, qua muy en breve usarán todas las mujeres elegantes, son un encanto. Los matices qua aa emplean son indefinibles, el color forma una eérie de bonitas escalas de tonos inéJitoSj inoumerübies, fundantes, imitando el nácar con sus rellejo:í y aguas obtenidos por la mezcla del rosa marchita, ol verde mar, el azul y otros matices que producen efictos sorproadantes. Los sombreros siguen en estás novedades, la fantasía da la moda. Ei casco bajo y plano reemplaza á la forma alta qua tanto ha dado qua dosir. Es uu cambio oempleto, casi una revolución. En medio do este rio revuelto en el que se disputan la palma lo viejo convertido en nuevo y lo nuevo llegando á incurrir en lo extravagante, como se goza de completa libartad, á condición de tañer buen gusto, una mujer mañosa, hábil y elegante puede sin ¡a sencillez hallar un lujo si no iatríoseco por lo menos de relación. El color blanco, que Jes respecto de los tragas el color favorito en la presente estación, sa presta 4 esos frescos trajes do campo, que se emplean para las visitas. y comidas en las pillas y chalets de los amigos que reciben, del mismo modo qua para las soí'rc'es en los Casinos de las playas. El tejido-encaja con lazos de moaré crema, cuerpo negro sujeto en los hombros por !azos|y plastrón figurado por galón de plata es la base de un traje elegante y precioso. También se lleva el crespón de la Chin» color marfil. Con estos trajes se usa el sombrero yoat7/asson forma msrinera, ó la capota Directorio de paja de Italia. ERNESTINA. Psris 14 de agosto de 1887. Misceláoea. RQlaciíjn da deudores. La Administración de Propiedades ó Impuestos ha acordado que se publique una relación nominal de los deudores por plazos de bienes desamortizados, correspondientes á julio último. J unta.inunioSpal. La de Maraeena ha quedado constituida en esta forma: Primera sección: D. Joaquín Cano, D. Josa García y D. José Ballesteros.— Se/7tmí¿«: don Salvador Ballesteros, D. Antonio Illesoas y don Dionisio Eodriguez.— -2?erc«ra: D. Manuel Fernandez y D. Emilio Ballesteros.— Cuarta: D. Nicolás Gómez y D. Isidro Kuiz Granadinos en Málaga. Según leemos en M Avisador Malagueño, hállanse en aquella ciudad, con motivo de las fiestas del Centenario., el catedrático de la facultad de Medicina de Granada B. Federico Gutiérrez, el síndico del Ayuntamiento D. Joaquín Duran Lerchundí, el Magistrado de la Audiencia D. Alfredo Maza, el ex-diputado provincial D. Eduardo González Chia, el pintor señor Guzman, el brigadier de Ingenieros, los señores don José Burgos Torrens, D. Manuel Aceituno Ayuso, D. Eduardo Rodríguez Granero, D. Mariano Victoria y el Sr. Antequera. El nombramiento de estanqusros. La Dirección general de Ksntas Estancadas ha dirigido al señor delegado de Hacienda de esta provincia, como á los de las restantes, una circular que dice así: «Por rep-lórden qua el excelentísimo señor ministro de Hacienda ha comunicado con fecha | del actual ála Compañía arrendataria de tabacos, ce ha resuelto como medida general que los delegados de Hacienda en las provincias, no están autorizados para el nombramiento de estanqueros, cuva íacul-