Año vni. Miércoles 21 de Diciembre de 1887. Núm. 2719. Bsteporódíco al erttdiar, eoa abcolsta lEdípasasseia d« ístío pwrtias poi«iCB,ia» cnestionea ¿9 palpitan*» íaíeréc, dcüende conalasiessat* «1 disraciic, In jaoraüéÉicl y la justicia. Quero» os BUiceridíid en IES •l«eeionss) loyea aáraiUiinrcíiTcs ácriderag y simpliflcadse, «jetploados roaüonaablas y propistano.í da ano daatiaofl pc?opo»ieioc p concurso, presupaoatois nivaladOB, ooatribuciosos proporcicniLdRa el ra&dmi«nto aei la prpiedaá y d© la iadusiria. Todoa los lárroraj, tiodo» loa abacos, todas; Is.-s arbitrariedades, todas l»s íiranlss, todos loo e^oie'ac-a y todos leí ansiaos. TcaflraB dm dcE-.ip viflierea son eoaibatidon ratonada y eniirfrir.a7a¡6EU~ J-J;?9 penadlo» n«aiea sen • do la iaduatna En Grnnada, un Enes I'TSB En ol resto de la Pauínoula, Eslaar-a» ypoaesianeñ espafíoUs dol N. y O. de Africa, «n trimestre, (pago anticipado) ... 5 Enlas posesiones españolas da Aiaérica, tan nomeatre, (pago anticipado) IV'BO En el extranjero, un semestre. (Pago anticipado; 20 En las posesionas fespañolag de Occenip. sn séaíestre /id id."^ SO í.« S«d¿Beióa no M KHiüana SWOO DM 3LIJCEÍMA ¿g, 25: áe weses aMeriorus, Vis,. 10 e&nU-: del mss eorrim1 peaeia.. kÉMÚt&^váim S oénts: de pe^tá linea en la é.'plana.-SSeéBUi. Une* « a;-60 eéat8,ae»pií« d^ la Mi^elAne^.-lpta. l.«(p«go «nüoipade fimíi» MORTUORUS'-Tarife: i poetas eada inserción I «aa eolias»»» de & 4.» « 1» S.'-40 en la 1.' (p«go antioipado). COK^JC.^. -Tarjia: & 60 p^ía» línea, á jmoio.del Director (^ago antJOTmsde — — Me sucede con el juego de la lotería lo e[ue me sucede con las corridas de toros, no me gusta; pero comprendo que guste á otros: ni me arriesgo á jugar, ni asís '-.o á la plaza; pero ni anatematizo á los que echan uno ó más décimos en cada sorteo, ni me enojo con los que gastan un dineral en cada corrida: allá ellos. Pero mi escepticismo en la materia no va más adelante; mi tolerancia se detiene en el individuo y no alcanza al Estado. Al ciuda» daño puedo concederle, y le concedo de buena voluntad y sin esfuerzo alguno, que sea fanático por el juego, que sea entusiasta tratándose de toros (es decir, de fiestas taurinas); pero al Estado no le perdono que fomente la afición al toreo y patrocine el vicio de jugar; y mucho menos que utilice este vicio y aquellas aficiones para obtener rendimientos^ á ios cuales, por pingües que sean, puede ser aplicado el dicho vulgar, pero exactísimo en un todo: lo mal ganado se lo lleva el diablo. El industrial callejero que en las primeras horas de la mañana se desgañita on las cercanías de los mercados ú otros sitios de mucho tránsito, repitiendo una y mil veces: Aquí á comprar, ¡al harato! ¡al haratoí ¡al &ar&to! ¡A real la pieza! me ha parecido siempre mucho más digno de consideración y de respeto que el Estado, cuando se vale de los me dios de publicidad que tiene á su alcance — aunque para más altos fines sin duda, — y los emplea en hacer el oficio del que en la jerga de los tahúres suele llevar el nombre de gan • dio. En esto del juego de la lotería, haciendo el Estado de banquero, tropieza mi inteligencia con una dificultad que en vano he intentado resolver varias veces. ¿Es ó no un delito el juego de azar? ¿No lo es? Pues ¿por qué se halla penado en el Código? ¿Sí lo es? Pues ¿cómo se explica que lo cometa el Estado? ¿Y que lo cometa con circunstancias agravantes? Y no se me arguya con el trasnochado razonamiento de que la lotería es manantial abundante de ingresos para el Tesoro, y de que, en tal concepto, es beneficiosa para el Estado; pues, aparte de que esto es muy disutifelei admitido ese criterio llegaríamos fatal y necesariamente á justificar la fundación, por cuenta del Estado, de casas de lenocinio, ó la formación de sociedades de rateros y de secuestradores; las cuales también producirían ingresos cuantiosos. . No; la cosa es pura y simplemente una antigualla, recurso ideado en mal hora por ar bitristas ineptos, sin más conocimientos ni otras miras que un empirismo grosero, y que se ha perpetuado y subsiste por la fuerza in - contrastable que aquí-— y en todas partes, pero más en éste que en otros países,— ha tenido siempre la rutina. Desde luego basta la simple lectura del prospecto de la próxima lotería publicado por el Q-obierno, para caer en la cuenta de que el banquero resulta muy favorecido; tan favorecido como el punto perjudicado. Vende el Estado cincuenta mil billetes al precio de quinientas pesetas uno. Ingresan, por consiguiente, en el Tesoro, en concepto áe puestas de los jugadores, veinticinco millones de pesetas. El Estado, que ha pereibido esos veinticin • ce millones de pesetas distribuirá, después de verificado el sorteo, diez y ocho millones dos » cientos cincuenta mil. La sustracción es sencillísima: Pesetas entregadas por los jugadores. i 25.000.000 Pesetas distribuidas á los gananciosos 18.250.000 Saldo á favor del Estado . . . 6,750.000 Muy cerca de siete millones de pesetas cobra el Estado, por concepto de casa, por una sola extracción. Calculen ustedes lo que esto supone en las varias extracciones que se verifican durante el año y díganme si no les parece esa demasiada casa. Es muy de tener en cuenta que de los siete mü y tantos premios que en el prospecto se prometen, son la mayor parte indemnizaciones, o sea devoluoion de la puesta; otros mu¬ chos son premios de muy escasa importancia, que solo sirven de cebo ó estímulo para vol« ver á probar fortune, y que solamente hay tres verdaderos premios: uno, el mayor, de dos millones y medio de pesetas, otro, do dos millones, y el tercero, de un millón. Ahora bien: considerando que la probabilidad es la relación que existe entre el número de casos posibles (siendo los unos y los otros igualmente posibles), tendremos que la pro - habilidad de obtener uno de esos premios es la razón de 3 á 50.000; ¡una friolera! Es decir, que jugando siempre el mismo número en el sorteo de Navidad, es casi se» guro que al cabo da cincuenta mil años, ha brá obtenido el jugador los tres premios mayores; lo cual supoce que puede tener la casi seguridad da lograr uno después de haber jugado el mismo número en 16.666 sorteos. Es lástima que la efímera duración de la vida del hombre no permita hacer prácticamente la comprobación del cálculo; aunque, si bien se mira, tampoco es mucha lástima, porque, al cabo de ésos pocos años, resultaría que ei jugador perseverante habría cobrado unos diez y ocho millones de pesetas, y habría desembolsado veinticinco. Para llegar á este resultado ruinoso, no valia la pana de vivir en el planeta quinientos siglos; esto, prescindiendo de que yo creo que el juego de la lotería no durará tantOj y sería chasco y medio qne, cuando estuviéramos haciendo el experimento, algún Q-obierno de los tiempos por venir suprimiese el juego y nos dejará sin poder completar nuestro estudio. Pero, abandonando consideraciones sobr® acontecimic-mtos de io futuro, convengamos' en que el juego de la lotería es, por io presente, iamorai, costosísimo, pernicioso, y sobre todo esto, inútil, por da contado, además de ser una palmaria y esoaadalosia infracción, de la ley. La operación está reducida al trasiego si-^ guiante: Hoy, por ejemplo, existen distribuidos entre varios jugadores veinticinco millones de' pesetas, que van paulatinameuta. y por cáu-, ees diversos, á parar á las arcas del Tesoro» En dichas arcas, como productos químico» sometidos á la acción del fuego on una retor ta, permanecerán algunos días, al cabo de- los' cuales, y después de verificado ol sorteo, irán á parar, por caminos distintos, á poder de los jugadores; si bien en cantidades diferentes^ en grandes cambios en las personas de los poseedores, y además, con una merma de veintisiete millones de reales, que se habrán quedado, entre las escorias ó entre los residuos da la operaeioa, á beneficio del Estado. ¡Qué da mejoras podrían introducirse oü el país,. si esos veintisiete millones, desvi. ad@s, por tan tortuosos y tan áridos camino s, de su aplicación ínataral, se emplearan tm trabajos útiles, en vías de comuniois.oioíi, on canales, en.., qué sé yo... en mil cosas qi le nos hacen falta y que no tenemos, ni lievi i*» mos trazas de tener! Cierto, muy cierto, que de los veinfeisií ¡te millones de reales que en este sorteo queid jarán á feeneficio del Estado, algo hay que d BScentar por lo que cuestan: impresiones, anuncios, empleados, etc., etc.. pero que ¿el trabajo, el tiempo, la actividad, la inteíigancia que esos numerosos funcionarios, impresores, anunciantes, etc., etc., á este vicio público consagran, no podrían ser consagrados, más digna y niás ventajosamente, á más útiles trabajos y á más elevado empleo? Bien seria que sobre esto, al parecer nimio y pueril, meditasen algo los hombres de Estado. No es lógico, no es racional que en el diario mismo en que se dan noticias, por ejemplo, de haber sido sorprendida por ios agentes de !a autoridad una partida de juego y de haber sido reducidos á prisión los jugadores, se anuncie, algunas líneas más abajo, «[ue se expenden, á tal ó cual precio, billetes de la ruleta nacional sostenida por él Estado. Y de todas suertes, si nos obstinamos — y será necia y perjudicial obstinación, — ñ nos obstinamos en sostener la lotería, suprima - mos el artículo del Código en que se penan los juegos de azar. No vaya á parecer á las gentes que ese ar¬ tículo del Código no es correctivo severo enderezado á castigar un vicio, sino recurso hipócrita para facilitar un monopolio. Aquí podria decirse, parodiando al autor de El Diablo Mundo: "é sobra el Código, ó sobro el juego.,, Seamos razonables, seamos justos y, sobre todo, seamos lógicos... una vez siquiera. A. SANCHEZ PEREZ. La mm Aunque oportutiameiito dimos noticia del nuevo sistema de Lotería, que por decreto del 2 de noviembre publicó la Gaceta, como do este asunto se habla hoy en c- fós y en casinos por la proximidad del sorteo de Noche Buena, parécfeüos que es de actúa liáad dar al lector una expuoacion detallada de en lo qué estriba ol nuevo pltvn. El ilustrado escritor mudrileño D. Joté Fernandez Brernon, publicó un minucioso artículo donde prácticamente dá solución á las dificultades que pudieran ocurrir. El nu-^vo método no es sino la aplicación del sistema decimal que es el legal y vigente, á los sorteos dü lotería. Es decir, que las pn-rnios se hallan en r iacion de uno por Cf-da üiez, ciento, mil ó diez mi!; y que se usan cinco juegos de bolas con las diez cifras del cero ai nueve csida uno. Con estas cincuenta bolas, que en rigor se podían reducir á un solo jueg® de diez, pueden entrar en suerte cien mil núniviros. Estudiemos prácticamente el sorteo, suponionde que sean 40.0Ü0 les billetes. En ei local donde se celebre la extracción habrá en un cuadro cinco juegos do a diez bolas, desde el cero avl nueve, cada uno do un color y asi el (»úbiico apreciará rápidamente que los números están campletos. Sobre una mesa, habrá cinco globos pequeños y vacíos, con ostos letreros: el de la deracha unidades: y los otros por orden respectivo^ decenas, ceñimos, unidades de millar y decenas de millar. E.i sido vioibie habrá, otro cuadre con cinco huecos destiofidos á recibir las cinco bolas que salgan de ios globos. A la voz del presidente y de manera que se vea claramente la operiscion so ech» rán en el globo do las unidad, s ei jljuegó de diez bolas correspondientes: lo mismo so hurá on el cíe ¡as decanas, y en todos ios demás, á excepción dol quinto correspondiente á las neoenas de millar donde solo entrarán las cifras 1, 2 y 3, por no s^r más que 40.000 los billetes. |Una vez ejeiutad» esto, se procederá al sorteo. No dice la raai órden por donde empezará, paro suponemos que será por Iss ¡^uuidadés. Después de volteado el globo, se extraerá la unidad del premio y suponiendo quo sale la boladel tres, ae colocará en ei ¡ugar correspondiente del cuadro vacio que hemos mencionado, ea esta form«: En seguida se comprobará la operación sacando dol globo y vói viendo á colocar en el otro cuadro les bolas que quedaron: solo faltará el 3, cuyo sitio salléíiárá con una bola negra; entonces sa procla mará ófi-iialmente el tres como unidad premiada, pro Hi(íié')doí.6 en seguida á extraer la decena, en la mistaa forma, del segundo globo; y suponiendo que ahora sale la bola cinco, se colocará en el segundo hu-co del cuc.dro, destinada al premi;-, de esta modo: 5 i a Comprobadas las decenas, se extrae en seguida de su giübo la centena, y si es el cuatro resultará lo siguiente: j~~| "¿Ts I 3 [ Da la misma manera se procederá con las unida desde mi-lar, y saliere en ellas el uno, sa celocírá en est.< forma. 1141513 0 I 1 I 4 | 6 j 3 Ahora que se va á extraer la decena do millar, se ¡ comprenderá porqué no hay más cifras que el cero, uno, dos y tré's: porque como solo juegan en el sorteo que finjimos, basta el númeí'O 39.999, si ahora salieren el cuatro ó ei cinco, resuítarían premiados el 41.453 ó 51.453 que no juegan: por lo tanto, ese cuatro ó cinco es en esta sorteo cifra sin valor y no puede sustituirse con cero porqua entonces habría siete ceros, io que daría una ventaja á todos les inferioms al 10.0Í0. Suponiendo que se extrae la boia y sale el coro, quedará constituido el premio grande de est 3 modo, después de comprobadas las decenas de mil lar: El Sr. Fernandez Bremon, después de citar esta ejemplo, combata algunas objeciones que al nuevo procedimiento pudiera hacerse. ~— íM" 1 1 ' Las batatas. Los cuadros de costumbres andaluzas, ó mejor dicho, ias leyendas populares, nos pintan & los abuelos, con sus hijos y nietos en las largas noches dol invierno, al empezar la velada y purticularmente en los dias qua se aproximan á la Natividad, asentados en las casas de campo junto & las hogueras que se encienden en las anchas chimeneas, ó on ios gabinetes de sus modestas moradas de la ciudad en torno del brasero, asando en el rescoldo borondas batatas envueltas en unos pliegos de papel de añafea bien húmedos, para que pronto enternezcan, sin que por eso pierdan el dulce que las hace tan apetitosas. No son ellas sobis las víctimas en este incruento auto de fé; las castañas y aún las bellotas suelen acompañarUs, y minos resignadas ó más escandalosas, trepidan, estallan y saltan, con tan poca fortuna á veces, que van á d«r en lo máa encendido de aquel foco, donde quedan hechas unos chicharrones como en rAstigo de la crueldad gastronómica de sus imperturbables yeHugos. Las batatas son verdaderas amigas de las fdmilias, sobre todo de las familias pobres, es un comestible barato, »utritÍYo y grato al paladar: 'es económico, útil y delicioso: tres títulos que lo hacen simpático, si ya no nos arrancara nuestra benevolencia el hallarle, como hemos dicho, asociado á nuestras plácidas y serenas costumbres patriarcales. Sin saber por qué, se nos figura que el tufillo de la batata que se osa inspira á los miembros de la fomilia que asi entretiene sus noches, serenas conversaciones, ó breves rezos llenos de unción religiosa: otras veces creemos oír el canto, un tanto desgarrado, que entona la moza al compás de la pandereta y la zambomba para entretener á los ckicos, que allí tienen un Portal de Belén en la habitación inmediata, mientras que los ancianos velan por la cochura de las batatas ó intercalan en los breves intervalos de aquella gritería y aquel estrepito, alguna observación indulgente, alguna frase oportuna, ó algún pensamiento dulce y sereno qua reveíala paz do la conciencia y el contento déla vida . Ptvro todes estas son figuraciones que Ui vez responden á la idea de que para tostar castañas y asar batatas, se necesitan simplicidad de gustos, conformidad con la suerte y apacibilidad en la existencia, por lo mismo qua tal ocupación remonta la fanUsia á los usos de las aldeas, á la vida honrad» de las clases media y pobre y é, las gentes que cruzan el mundo sin ambiciones, sin la menor complicación y por tanto con el mayor sosiego. Porque convengumos en que osar batatas es cosa cachazuda, y contentarse con tan sencillos manjares virtud da una modestia y fle un candor realmente envidiables^ Pero vesmos lo qua es Is bala ta. Aunque se supone el nombre venido do América, de Portugal y España lo han tomado las demás naciones ¡uropeas; y se designa con él un género botánico de plantas de ia familia do las jconvulveláceas que producen un tubérculo comestible quo es el que se llama balaéa ó patata, aunque este último nombre s-uelen reservarlo nlgunos pwn designa- b pap»; íambien le llaman ©tros patata duloe, trufa dulce, aleachofa de la In Ha, camanga, y da otros varios modos Hace iwrgo tiempo que se la cuitiva en nuestras hu rtas y ha dado origen á numerosas variedades que se diferencien en el volú men, la forma y el ¿olor de las raices, y por tanto da les tubérculos. Vino esta planta á Europa, según se cree, á fines del siglo XVI; pero nunea fué su. cultivo muy bien entendido, porque los nrocedimienlos fueren bastante complicados, los productos muy inciertos y el precio ss mantuvo siempre reistivHmente elevado: más hoy se h¿.v perfeccionado y simplificado muaho en su cultivo. £9 bat|tft crece puede decirse qua en tod« clase de teñónos, aunque prefiere los quo son profundos y frescos. Sus semillas maduran rara vez en nuestros climas, así es que esta planta se multiplica por estacas ó ramas, renuevas ó botones. Los tubérculos nacen apegados á las raices, y sirven también prra obtener la propagación de la especie. . Est08 tubérculos no se presentan siempre de igual manera: unas veces se bullan á flor de tierra y agrupados ó muy próximos unos h otros: etras sa encuentran muy separados y profundos. La recoi lección empieza á efectuarse en julio: ais Igunos dias El presnáente procflamará premiado el mil cuatrocieiitoa cincuenta y tres, y terminado el acto, quedando expuesto el cuadro del premio y el otro de donde se exlr.ijeroo y volvieron á poner las boIbS, que s^rá su co^np robante. Despue ? da ver esta número, ya se sab^n los 'dcm¿s prora i»dos y si se íritta de un sort :0 donde hay premios de doce duro?, de cien y de mi', tendrán ios piimei-os, los Urminaidos en 3: los segundos los que cm.-íl uym ea 53; y los ú timos, los qu Í íin*licen en 453; lo s que no siendo el 1 .453— que es el premio gordo de nnestró ejemplo— tienen '-sas cuatro ú timas cifra s, que son el 11.453; el 21 453; el 31.453, les cerreí.ponden cebo mil dures. | antes empiezan á cortarse los tallos á unos 25 eentímetros del suelo, para dárselo al gimado, que sa muestra muy codicioso da ellos, y luego se extraen las batatas. A veces se obtiene una segunda cosecha en octubre. Esta planta presenta condiciones económicas muy dignas de atención: es nutritiva, sana, apetitosa: los tubérculos, las hojas y hasta sus jemas y ramas más tiernas, constituyen alimentos provechosos y agradables. Los tubérculos contienen una fécula de superior calidad; también se pueda obtmer de ellos , un azúcar cnstaUzabJe; y se prestan á muy diversas pr-paraciones; aun crudas fas coma» los mucha\ ches con deliciosa avidez: assdas y cocidas sirven i de postres en estos txempes en las mesas más mo\ deltas, y en esta ú tima forma la suministran al | lado de tes cascas tostadas, una multitud de pues- | pi ilu mercantil de los pobres. Pero como mejor . esta la batata, es cuando penetra en las dulcerías: | ie e.brR U-.s puertas la compota, que nos la sirve á PBJAÍI en una almíhor sazonada con canela y clavo í y luego so apodera de ellas el confitero y nos las j ofrece cubiertas y secas, pero dulcísimas/en almí- oar, ya enteros, ya en polvo y en uua porción da