LA OPINION Angel Cruz Rueda: El koml>re (Don León Carlos Alvarez Lara, Abogado de relevantes méritos que maneja con inmaculada distinción su pluma de literato, uno de los jóvenes de más acrisolada fama de Jaén, leyó un hermoso trabajo asi titulado en la velada celebrada en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de esta Ciudad, el 16 de febrero de 1930; trabajo bellísimo del que insertamos a continuación unas cuantas páginas, con el sentimiento de no poderlas transcribir todas). JÍuérase en otro lugar, y yo comenzaría la eíopeya de Angel Cruz Rueda y, sin querer, queriéndolo, pondríame a decir al estilo de Azorin en el «Licenciado Vidriera» que él vió: «Pues, señor, una vez era un gran escritor... No, no era un escritor. Una vez era un catedrático... tampoco; no era un catedrático. Era un humilde hijo del pueblo... tampoco; no, no era un humilde hijo del pueblo. ¿Qué era entonces?... lAh, sil Una vez era un niño. Un niño que vivió en una ciudad de Andalucía, población de austero corte moruno, coronada por un castillo altivo, con una Catedral airosa, hecha de luz y de oro. Este niño, prontamente huérfano, encontró el cariño de su tío, sacerdote ejemplar que alternaba las preces, y liturgias de su ministerio, en la Parroquia, con admoniciones rectorales fingidamente severas a los alumnos cuasi bachilleres, en un Colegio Católico. El niño fué creciendo bajo la protección y guía del sacerdote, alentado por él, siempre respetuoso con los brotes nuevos de una inteligencia en la que acaso la aspereza de las primeras amarguras saboreadas, había producido una perenne serenidad de juicio. El trabajo académico; la intervención en fiestas sabatinas; alguna escapada hacia un incipiente periódico, compuesto con pluma de corona y de limitadísima tirada— ¡oh cebo de bibliófilos!— hicieron destacar, como ahora se dice, la personalidad de Cruz Rueda, y sus dos apelli- J ..•3 ' . * Aspecto de la fachada principal del hoy Real Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago, fundación granadina del siglo XVII. como núcleo en donde muchos padres, preocupados por el porvenir de sus hijos, prenden todas las buenas cualidades adorables para una juventud estudiosa buscando el señuelo de la emulación a los adolescentes, con el ejemplo vivo El estudiante sigue su labor como alumno del Colegio de San Agustín y se gradúa de bachiller, modesto, ordenado... ibueno! Y hénos ahora, señoras y señores, con un momento difícil en la vida y para el porvenir. Necesitábamos una institución protectora de jóvenes estudiosos; el hijo del pueblo en los Estados Unidos de América, la tiene. El saber, los títulos académicos, no son, no deben ser patrimonio de ricos en los países civilizados, y en España nos encontramos-daremos una fecha— en el año 1907. Las becas para que estudien los pobres están limitadas a los Seminarios que, inspirados en el espíritu igualitario de la Iglesia Católica que hace accesibles las más altas jerarquías a los hijos de los humildes, procura favorecer las aspiraciones intelectuales de los necesitados. Pero fuera de esta obligada concreción a los estudios teológicos, ¿en dónde podía un joven estuaioso hallar un centro docente gratuito en el que, reconociéndose su mérito, se le admitiera y se le dejase terminar una carrera, abriéndole ios amplios ventanales que dan al campo de la sabiduría?... _ La España obscurantista tuvo hombres de visión clara, sin doctrinarismos, sin angosturas de prejuicios, y en Granada estaba abierta, y lo esta hoy, una casa en donde Cruz Rueda ha- dos unidos, igua.gueacuf, empiezan a so^ar ! ^^^^^^