-3- cnüpf, pr!nripn!<,5 rí "«on ¿ w acompiiñ.iriiionlo Hij í]nscnl)orr?is . íl(4«W qiie pivlra , hastn (]p.«' se va con In imisirj /i (iuadix, pSIrh csln aütnnña de! siglo XIX. T..I M Cascaborras. V ci Ii'Mnr /III Tpa «Mr mm.»ntn Y si lector (Jij.-re* srr comeólo, Cumo lo vi , lo mismo te lo etieolo. T M DASIB.. J. JWB.'.B». LAPM DE M MGDALFll ■1° Fra el 4 de Diciembre de 1í8(). Siete íanas habian pasado, antes que el heroismo musulmao desfalleciera al ppdoroso (u)ipujc de los \alienlcs de Castilla. ;iin En vano se aumenlaba cada dia el número de ti¡*í) fiadores. No eu vano prodigaban su sangre J agolaban sus recursos y los sitiados. Niflff«na esperanza de socorro; era incvilablc la rendición. J : Pero no sin que Baza tentara cVlttlímSTjsfuerzo. Eslaba agolada la caja militar y no había con que pagar el sueldo de la tropa. El hambre por otra parle vaménazaba á la población. En esle apuro, el veterano Mohaíned apeló á la generosidad del pueblo. Los ciudadanos, dieron con su última moneda, la úllima pieza de su vajilla. Las damas moras también, .animadas do una noble emulación, se desprendieron desús brazaletes, ntanillas y zarcillos y, lodo lo pusieron en manos del alcaide, diciendo:; «líe aquí dos despajos de nuestra vanidad; dispon de ellos de modo que contribuyan i la defensa de nuestras casas y tdftijlías. Si Baza se salva, no serán menester jbyas; [ia ra celebrar tan alegre evento; si Baza se pierde, ¿para qué quieren adornos los cautivos?» Mas fué en valde, repetimos, este comoios (feniás . rarrificios. , , ,^ El indomable Cidi-Yahye-Alnayar-Aben-Zelin, tuvo al fln aue capitülar, después de consultarlo con su primo el Zagal. Ya habían caido en poder de los sitiadores las 4¿r-talezas inmediatas, entre las que hizo una porfiada rcsislencia, Zujar. Los moros en medio de su dolor, no veián sino la fatalidad escrita en los astros y se consolaban con c\ .¡ Alá . huma M-bahanahu.!- — -llágase la voluntad de Dios! Entregada la ciudad de Baza el 4 de diciembre de 1489,. ai dia siguiente verificaron los rey«s Católicos su entrada del modo. mas solemne, siendo digno de admiración, el lujo y esplendor de los vesti- ; dos | caparazones, el brillo de las armas, las ricas - sedas y brocados, los plumajes de diversos colores y las banderas que ondeaban al viento, entre los vivas y aclamaciones de mas de quinientos cautivos cngUajJOS, sacados de las mazmorras y una festivamúsica de cajas, clarines, chirimias y dulzainas. Iban delante, el Bey y la Reina, magníficamente ataviados, esla, sobre una muía con paramentos resplandecientes de oro que llegaban al suelo; detrás, la infanta doña Isabel, acompañada del cardenal de España, deUmarques de Cádiz, del maestre de Santiago y del almirante de Castilla; luego, un séquito lucido de prelados, damas, grandes y caballeros, todos lujosamente arreados, diee la crónica. Allí se veia, entre oíros, á Hernando del Pulgar cro- ni^.i yúQ lo^ reyes CaUlic^. a lí-Tn in r-r.v? M. Pcilgar, ei iU m haum%s,\\ valeroso conde do IMi dilla, á Gonzalo do Córdoba, terror