9 El problema de la circüiación Hablemos dé los qüe van á pie «PEATON: el qué camina a pie».— Real Academia Española. Por de pronto, los conductores de vehículos de toda clase, están en las páginas diarias de la prensa y en cuantos medios publicitarios se tienen a la mano. Los calii ficativos — ya se saKe— desde criminales y gamberros hasta irracionales y salvajes, les son aplicados a diestro y siniestro ante el grave problema creado por la circulación y los accidentes que se ocasionan cada día. Pero sin dejar de reconocer la razón de estos epítetos y reconvenciones, en los que habremos de insistir más adelante en sucesivas crónicas, hoy vamos a referirnos a los que van a pie. Precisamente acabamos de recordar la impresión que nos produjo hace unos meses, cierta populosa ciudad europea donde a primera vista parecen mucho .más numerosos los automóviles (jue los peatones en medio de un trafico activísimo. La corrección, el sentido de la responsabilidad y de la lógica parecía trascender de aquel conjunto movilizado donde una verdadera masa viviente se comportaba de perfecto acuerdo, con las reglas de la circulación. La Real Academia de la Lengua Española, define al peatón o peón — que ambos vocablos son utilizables — como «el que camina o El derecho de España al territorio de Ifní (Viene de la pagina 8) quedando al fin reglad^ esta cuestión por el Convenio de España y Marruecos de 27 de Noviembre del mismo año; pero las vicisitudes políticas de España y los sucesos de Melilla del año 1921 después, fueron relegando la ocupación de aquel territorio, hasta que en 1934, el comandante Capaz efectuó su desembarco incorporando de nuevo, y definitivamente a España, aquel territorio en que el conquistador. García de Herrera, clavó por primera vez, en 1476 el estandarte hispann. EUGENIO J, VIDA. anda a pie». Mas nosotros tenemos que añadir que los peatones, por lo general, son unos seres ina. daptados y con reacciones muy extrañas. El peatón es en primer lugar y como ya hemos indicado, un rebelde y.anárquico, El solo hecho de ver acercársele alguna «moto», camión o automóvil, le produce de inmediato un misterioso «choque» interno, y le nacen de súbito unas pasiones tremebundas en contraposición á Jas alas que no pueden nacerle... Cuando encuentra por la calle el espacio designado en la calzada para los transeúntes, el hombre que va a pie aspira rabiosamente a pasar por otro cualquier sitio. Reconozcamos que para él, nunca es acertada ni oportuna la conducta délos que «van montados». Si la velocidad que llevan con el vehículo es moderada, los nervios está a punto de estallarles por lo que consideran cachaza y parsimonia estúpida. Si por el contrario van veloces se sentirán atacados de indignación, ante la barbarie y la «imprudencia» demostrada... Ocurre a veces que el conductor de turno es —por «un casual», que dirían los castizos— persona consciente, «saludable» y discreta, que gusta de cumplir el código como otros disfrutan coleccionando ceniceros. Atienden las señales de tráfico, hacen todas las que les corresponden, incluso sin regateos de batería tocan la bocina y tratan de ir pasando entre la gente sin complicaciones y sin largarle un empujón al prójimo... Esto es lo malo: las paradas y los arranques consecutivos, los gestos reglamentarios el sonido del claxon suelen dejar al prójimo impertérrito como si todo «aquello» no fuera con él. Y a veces, por el contrario, «los prójimos» reaccionan, cual si en lugar de las señales de reglamento hubieran recibido las menciones más insultantes para sus antepasados y demás familia. Estos y otros casos parecidos pueden resumirse en una escena característica que se observa con frecuencia en determinabas poblaciones y lugares, donde se estacio¬ na la gente formando grupos en calles y carreteras de más tránsito. Son como si dijéramos la versión /nioderna de aquel baturro empeñado en andar por los railes de la vía. El tren se le viene encima pitando sin cesar y él, mirándole desafiante entre humorista y maligno se vuelve para gritarle: «Chufla... chufla... ¡Que como no te apartes tú!«... Así nos van las cosas. Tomamos a broma eso del «sentido de ciudadanía»,., y hasta blasonamos de cierto cerrilismo. Nos saltamos a la torera nuestros deberes personales, pisoteamos las leyes divinas y humanas, pero... se las exigimos a los demás con pudorosos aspavientos... Convengamos en que de esra forma, nunca llegaremos de verdad, a donde otrosr países— con menos posibilidades— han llegado. Y quede demostrado que nq^es justo plantear siempre el problema de la circulación, cargando todas las culpas a los conductores de vehículos. Porque los que vamos andando, ni somos tan inocentes ni tan víctimas como se dice. Somos más exáctamenie otros culpables con cierto «relleno» en la cabeza que es preferible no calificar. EL NECHED. Vida de Guadix Notas de Sociedad BODA. — El pasado día 10 y en la Iglesia Parroquial de Santiago, profusa y bellamente ílunmiada, se celebró el enlace matrimonial de la bella señorita Carmen Vera Requena y don Francisco Casado Puertas. Actuó de oficiante de la ceremonia el Rvdo. D. Cecilio Martínez López y actuaron de padrinos doña Dolores Vera Contreras y don Fernando Casado Puertas. Firmaron el acta como testigos por ambas partts don Joaquín y don Manuel Vera Contreras, don Aureliano Sánchez Vera, don Joaquín Ramos Vera, don Francisco Martínez Leyva y don Vicente Vera Pequeña. Los novios a los que desde estas lineas deseamos eterna luna de miel, partieron en viaje de bodas para diversas capitales españolas. NOTAS DE LUTO, -A la edad de 75 años, ha deiano de existir don Juan Rodríguez Mes* gr.er, pa- lP«$a a la página 3).