hX DEFENSOR^ CHANADA. ■ Por ahora es aventurado cuanto se afir¬ me. «i» El lunes firmará el Rey el nombramiento del Sr. D. Ramón Topete para la comandancia general del apostadoro de la Habana. Con este motivo, decíase que un contraalmirante que ocupa un elevado puesto oficial había escrito al Sr. Pavía, quejándose de no haber sido designado para reemplazar al general Beranger, y añádese que habia anunciado su propósito de dimitir, pero que el carácter conciliador del señor ministro de Marina ha conseguido calmar á su amigo, sin que la cosa siga más adelante. .Con gran solemnidad ha sido recibido esta tarde en Palacio el Príncipe Gortchakoff, que. ha presentado las cartas credehciaíes como embajador del Czar" Alejandró IÍI en la Córte de España. Ayer comunicó el embajador en Bélgica, Sr. Merry, que dentro de breves dias empezará ^ regir el convenio de propiedad literaria entredicho .país y España. Varias reuniones se lian celebrado en los distritos.de la Córte para empezar los trabajps electorales; ■ Entretanto, los conservadores se entretienen en presentar escritos al Tribunal Supremo pidiendo se procese, á la mayor parte de los gobernadores. Con este objeto conferenció anoche el señor Fernandez Villaverde con el Si'. Cánovas, poniéndose de acuerdó sobre los extremos que debe abrazar la demanda cofitra el Sr.' Carreñóv Gobernador de Málaga. Después de muchas vacilaciones, ha renunciado la senaduría vitalicia que se le ha ofrecido el propietario dé ^/^«mí?/, señor Gasset y Artime.- La^ exigencias por un lado, y el deber de imparcialidad al propio t,i^mpo que los impulsos de'lá simpatía, ponen al Sr. Sagasta en un brete, y tendrá que optar por que no se atropcflle'el derecho del Sr. Oreyro. , Su afectísimo.— C. ¡ ■ ■ ■-' u ■ ■ NOTICIAS EXTRANJERAS. • .. * París á9.r— Habiendo pedMo esta Agencia detalles á San Petersburgo áéerca de la voladura dé un gasómetro en aquella capital, contestan lo siguienle: «La voladura ocurrió hace cinco días, y de las informaciones hechas por las autoridades resulta que fué un accidente puramente casual. No hubo ninguna desgracia personal' qué lamentar., Lóndres 29.— El jefe del partido conservador de Inglaterra, lord Beaconsfield, con- ií .«69 cú '.Hoiai r- — tinúa de algún cuidado, por efecto del asma y de la gola. La noche última la ha pasado muy agitado, según el parto de hoy. — Ticrlin 20. — Se ha verificado una reunión de diputados de todos los partidos, excepto los socialistas. Se ha tratado en ella detenidamente de si seria oportuno invitar al Gobierno á tomar medidas encam' nadas á prevenir los peligros á que puede dar lugar el empleo de. materias explosibles. Se ha tratado también si seria preciso limitar, el derecho de asilo por medio de leyes internacionales que impidiesen toda conspiración contra los estados extranjeros. —Lóndres 29.— Esta madrugada se. han recibido graves noticias dé la colonia del Cabo' de Buena Esperanza. Un despacho de Nowcastle, cuartel general dél ejército de operaciones en el Trasvaal dice que el mismo dia que se firmó la paz, la guarnicion inglesa de PetechefstrOm se vi'ó' obligada á rendirse á los boers después de un encarnizado combate. Las pérdidas de los ingleses fueron de 18 muertos y 90 heridos. Dos cañones, muchos fusiles y 3.000 cartuchos cayeron en poder de los boers. —París 29— Segun los últimos despachos de Roma, el estado de Garibaldi es desesperado. Los proyectos de ley de enseñanza serán aprobados por el Gobierno francés antes de la próxima Páscua. Un «Irania en Bueno» Aires. Ha tenido lugar en Buenos-Aires un hecho sangriento, motivado por celos, y el cual relata así un periódico argentino: «En tiempos pasados, el Sr. D. Pablo Pacheco, rico hacendado del Norto de la provincia de Buenos-Aires, hizo un viaje á París, y allí se enamoró de una mujer de singular belleza, que cuando él regre'só'á su país lo acompañó viniendo á Buenos-Aires. Aquí, Pacheco la rodeó de todas las comodidades que puede proporcionar el dinero y el buen gusto: ella, jóven y amante, retribuía todas sus finezas con el más acendrado cariño. Poco hace, y después de haber tenido ya un niño, determinaron irse á vivir á la estancia del Sr. Pacheco. Allí continuaron haciendo la misma vida que habían hecho en esta ciudad: sin embargo, el carácter de la francesa se avenía mal con la soledad del campo. Aquella monotonía la abrumaba. Un dia llegó á su casa un comandante del ejército, cuya vida es una continuada aventura de amores y calaveradas. • Nos hemos encontrado con él en Córdoba, Rosario, Paraná. Gualeguaychú, etc. y siempre lo hemos visto reñido con la sociedad en que vivía á causa de esa vida galante. Su nombre es Manuel Gómez y es español de nacionalidad. ' Al ver á la amante del Sr. Pacheco, seje ocurrió la idea de emprender su conquista, y desde ese momento comenzó á rodearla de todas esas delicadezas, tan bellas para la mujer que solo conoce los hombres de vida desocupada,, que hacen del amor su única profesión/ La mosca no tardó en enredarse en la tela que se tejía á su. alrededor. El Sr. Paclieco no sospechaba las malas jugadas de aquel sér que tanto amaba, y continuaba rodeándola de los mismos halagos; de siempre. Sin embargo, llegó un momento en que Gómez tuvo que abandonar la estancia; ella determinó fugarse con él, y lo realizó viniéndose á esta" ciudad, juntamente con su hijo. "Esto bastó, como es natural, para que todo el amor de Pacheco se trasformara en ; profundo desprecio hácia ella. No obtante, él idolatraba á su hijo, que ya comenzaba á balbucear su nombre, y resolvió qui/árselo á aquella mujer, á quien tanto habia amado, y que habia pagado de tan mala manera su amor. Vino á esta ciudad con esa resolución: inquirió dónde ella vivia, y en noches anteriores penetró en su casa. Su ex-amante al verlo comenzó á llorar: hubo desmayos, sollozos y demás accesorios, que se calmaron cuando él dijo con tono amable, pero enérgico: —No, no llores... es inútil. Yo solo vengo á buscar mi hijo. — Es que también es mió... Pablo. — ¿Tuyo?... Las mujeres como vos, no tienen hijos; yo le voy á educar; voy á formar de él un hombre; mientras que vos... ¡ dime: ¿qué le podrías enseñar?' Ella cedió. Entonces^el señor Pacheco metió la mano en el bolsillo de su chaquet, sacó una carte- | ra y de ella un cheque en blanco contra el Banco de provincia, y dijo: —Te voy á dar un cheque de 200.000 pesos m[C., para que inmediatamente partas para Europa, y hagas... como que jamás me has conocido; ¿oyes? Cuando decía esto vió abrirse una puerta que conducía á las piezas interiores, y en ella aparecer al comandante Gómez, armado de una espada, diciéndole: —¿Qué hace V. aquí? &™ qué permiso ha entrado en mi caSa? —Modere su lenguaje. -¿Espera que \0 echen á palos? Espéresé Sin decir más, Comez atropelló á Pacheco y tiró dos feroces hachazos, que por felicidad no lo hirieron. Entonces Pacheco, sacando un revólver que llevaba al cinto, le descerrajó, en defensa propia, cuatro tiros. Las cuatro balas penetraron en el peclio del Gómez, que rodó por tierra bañado en su propia sangre. • Esa misma noche el señor Pacheco salió del país. El comandante Gómez sigue muy mal, pues las heridas son de gravedad. La voluble francesa de un momento á otro partirá para Europa. A IB» i 'ttÍJ, £AHT£E& OFICIAL. lloletiu Oficial de ayer. Gobierno civil—Beneficencia. Circular para que los alcaldes que no lo hayan verificado remitan los estados sanitarios semanales á vuelta de correo. . Juzgados de primera instancia. El de Baza cita por primer edicto a ios que tengan que aducir reclamaciones contra los actos del registrador dé la propiedad de aquel partido, D. José Espinosa Guerrero. En el Juzgado municipal del Campillo se han registrado 24 nacimientos y 17 defunciones en la primera decena del mes actual. Se publica el índice da las inserciones verificadas en todo el mes de Marzo anterior. Servicio de la plaza de hoy. Jefe de dia, 'don José Martínez Guijarro, C. T. C. del regimiento infantería de las. Antillas. — Hospital y provisiones, 4.° capitán del regimiento de Villaviciosa. — Parada, Cuba y Artillería.— El general gobernador, Suarez. CULTOS. ttlltOItí EL VETERANO. NOVELA DK COSTUMBRES, ■t'ífeO *!j.íí#f!'JTsD si 00 «asó finiT-«Ka^«iJ:' ás*. ,ot«£rt'A Guzmañ de Alfamche; presta argumento para una linda novela; pero el protagonista de ella, que seria V., no podría menos qus atraerse el odio del lector. En fin, D. Emilio, creí que iba á casarme con un hombre de bien, y no con un jugador de profesión, con un estafador, con el usurpador de las rique^ zas de un infeliz á quien no hace muchos dias di una limosna, de una desgraciada, joven burlada, maltratada... , —Basta. m*arquesa, basta, interrumpió don Kmilio, rojo de vergüenza ysoberbia; no esoy en el caso de dar esplicaciones para vin- ' dicarme; pero sí en el de llevar mi. venganza hasta el extremo... No me vengaría, si la última vez que vine á su casa hubiese V. accedido á mis deseos... —¡Imprudente! ¡mal caballero! eselamó la marquesa encolerizada y puesta de pié. —Sosiego, marquesita, dijo con calma Emilio; no hay por qué sofocarse; conozco hasta dónde raya la fidelidad que guarda V. ásu esposo... pero... ¡bandera negra! ¡guerra á muerte!... veremos de quién es la victoria. Lá marqsesa se sentó y dijo: —Yo sabré decir ¿ mi esposo de lodo lo que es V. capaz; si hasta aquí he sido prudente, ya me cansé de serlo: haré conocer al marqués sus depravados intentos, su pretensión... — ¡Ja, ja, ja! interrumpió Emilio lanzando una estrepitosa carcajada... Lo repito, bandera negra, y veremos de quién es la victoria. Tengo en mi poder, señora, un temible baluarte, que me pone á cubierto de todos sus ataques. Conservo en mi poder una carla sin lecha que V. me escribió en cierto tiempo, que aunque nada dice, la puedo yo interpretar del modo que mejor cuadre; si V. dice atgo á su marido, le enseño el papel, y le aseguro que, aunque no será difícil que yo pierda la amistad del marqués, la carta enciende la guerra civil en esta casa, y usted vivirá toda su vida mártir y desgraciada. La marquesa abrió los ojos como un demente, miró á Emilio, quiso responder, pero no pudo por la agitación que en aquel instante experimentaba, y rompió en un profundo y. copioso llanto. A este tiempo entró Luisito, montado en un palo y con un sable da hojadelata en la mano, y viendo llorar á su mamá, arrojó al suelo su cabalo y su sable y se lanzó al cuello de la maiquesa. — ¿Qué tienes, mamaita mia? ¿Porqué lloras? preguntaba el niño tristemente queriéndola consolar. —Nada, hijo mío, nada, contestó la mar- i 1 .t. Í » quesa reprimiéndose, enjugando sus ojos y besando á su hijo. — Es ñna mala noticia que ha recibido, dijo Emilio queriendo acariciar á Luis. —¡Luis! se oyó gritar á Simón en la parte de afuera. Y entró poco después en la sala diciendo: — Yamos, Luis, vámonos al Retiro á echar pan á los patos y á ver el ejercicio de la tropa, que hace un sol propiamente de prima- Diciendo esto, clavó de pronto su vista en la marquesa, observó detenidamente la situación en que se hallaba, su turbación, la del niño, el silencio de D. Emilio, y fácilmente dedujo, que la marquesa habia derramado lágrimas y que D. Emilio era lá causa. —Señorita, esclamó, Y. ha llorado, no hay que negar, voto á sanes; tengo más olfato que un podenco. —No es nada, Simón, no es nada, respondió turbada la marquesa. — Luisito, dijo de pronto el veterano, vé y di á la doncella que te vista para salir de paseo. El niño su ausentó, que era lo que Simón deseaba, y añadió: —Señora marquesa, sqs lágrimas de usted traspasan mi alma, y si hay en el mundo un bribón que se las haga verter, más fijo que hubo un sitio en Zaragoza, soy capaz... —¡Imprudente! esclarhó D. Emilio poniéndose de pié; ¿quién eres, miserable, para Día 1." — San Tesifon y compañeros mártires del Sacro-Monte. Jubileo de las cuarenta horas en la iglesia de San Pedro y San Pablo; á las nueve nay misa cantada; á las cinco, novena de San Francisco de Paula, gozos, salve y letanía. En el Angel Custodio misa cantada al Smo. Cristo de San Agustín. En San Andrés misa al Smo. Cristo de la Salud. En las Capuchinas misa y duodenario al Sagrad© Corazón de Jesús. Este duodenario se haceA las cinco ea Santa Catalina de Sena y en Santa Paula. En la Catedral, á las nueve, misa mayor, ea la que" predica el señor canónigo Lectoral. En las Capuchina^,; a las doce, misa con asistencia de los señores ) uec«s de la Audiencia; predica el P. José Montalvan. En San Jerónimo.' á las cuatro, predica el P. José Montalvan. En San J uan de los Reyes y San Juan do Dios, rosario y sermón. En Santa Inés y Santa Isabel^ sermón y setena de Dolores de Nuestra Señora. En la iglesia de Zafra, á las cinco, continúa la novena de San Vicente Ferrer. En el Sagrario á la oración predica el Excelentísimo Sr. Arzobispo. En la Magdalena á las diez función á San José, predica D. Manuel Arcoya. . En Santa María de la Albambra é iglesias de costumbre se réza el rosario. IMP. DEL DEFENSOR DE GRANADA. .'MI i ■ ■ —i mezclarte en asuntos que no. son de tu incumbencia?... Sal al punto de este recinto; —¿Quién lo manda? — iSimon, por la Yírgen! esclamó la marquesa interponiéndose agitada y llena de sobresalto, viendo la actitud amenazante de los Sos interlocutores. — Ese hombre es un picaro y quiero tirarlo por la escalera. —¡Insolente! gritó D. Emilio, ¿cómo te atreves...? — Yáyase V. de e§ta casa corriendo, don Emilio; mire Y. que cierro la mano y le hundo el cráneo de un puñetazo. La marquesa sintió los pasos de su marido y, aproximándose de pronto á Simón, le dijo precipitada y á. media voz: —No digas que me has visto llorar, por Dios; no te justifiques, me pierdes si délatas —¡Cómo!... —Silencio, silencio, Simón, que abres nn abismo á mis piés, El marqués entró vestido con una elegante bata y un gorro de terciopelo encarnado. -^-íQué es esto?... preguntó. Todos de pié... gritos... quisiera explicaciones.... —Chico, interrumpió Emilio, me veo precisado á marcharme de tu casa. —¿Quién lo ha mandado? — Quien tiene más poder que tú en la casa; tu... criado... Simón, ese viejo...