m LA OPINION mente— por múltiples motivos—, le profesamos. Su modestia— ese oro que le hace inestimable— no es apostura de lasque se adoptan usualmente para encubrir la vanidad y la soberbia. La modestia de Angel Cruz es espejo donde se refleja fielmente la vida de un hombre que laboró con provecho, que cultivó su natural talento, que da el fruto de su bondad como una flor exótica y que a nadie, si no es a sus propios méri¬ tos, debe lo que es para honor de quien le tenga por amigo. Angel Cruz ha sufrido, ha luchado y hoy triunfa en noble y brillante lid. Nosotros, que le estimamos como a un amigo de siempre, porque la recia amistad se incuba en la afinidad de temperamentos— y el de Angel Cruz es el de un artista consciente, positivo y generoso— le saludamos desde estas columnas con fervorosa devoción. onresion un. autor Poco hay que decir objetivamente acerca del Premio, único e indivisible, de cinco mil pesetas con que he sido honrado en el Concurso Nacional de Literatura de 1929, por un libro inédito de trescientas cuartillas que se rotula: Las gestas heroicas castellanas contadas a los niños (El Rey Rodrigo. — Bernardo del Carpió— Los siete Infantes de Lara.—El Conde Fernán-González. — El Cid); tema propuesto a los hispanoamericanos y españoles en la «Gaceta» de enero, con plazo hasta el 7 de octubre, y al cual acudieron diez y siete o diez y ocho concursantes. La R. O. concediendo el Premio, de conformidad con la propuesta unánime del Jurado, apareció el 24 de diciembre. Firmaban el acta calificadora D Ramón Menéndez Pidal, D. José Martínez Ruiz y D. Antonio Ballesteros Beretta; y como secretario de los Concursos Nacionales, D. Gabriel Miró; es decir (según el inolvidable Gómez de Baquero), «nuestra primera autoridad en Filología, entendida no sólo en sentido extricto, sino en el amplio de Enciclopedia literaria», Director de la R. A. E., catedrático de la Universidad de Madrid y Doctor honoris causa de varias extranjeras; el académico y escritor