FRANQUEO CONCERTADO I I FRANQUEO CONCERTADO rr SEMANARIO INDEPENDIENTE DEFENSOR DE LOS INTERESES GENERALES DE CABRA Y SU DISTRITO io XII TRECIOS DE SUSCRIPCION ¡ j En CABRA, un mes 0'50 ptas Fuera. tri- E: I i raestre, 2'00 Semestre, 3-50. Un año, 6 No se devuelven los originales SE PUBLICA LOS DOMINGOS Cabra 11 de Febrero de 1923 Redacción, Administración e Imprenta, ¡ji Juan Ulloa, 44, donde se dirigirá toda la co- :| IVúni S^O rrospondencia Todos los autores serán res- M * ponsables de sus escritos Mes JMa IB Antes de marchar a sus destinos anduvieron los quintos por las cortesanas calles, en largas filas formados, con sus platos de latón brillantísimos, sobre los que hacían sonar en descomunal estruendo las cucharas militares, poniendo en el ambiente la nota goya de sus juveniles entusiasmos y dejando en el ánimo de los que se quedaban la tristeza infinita de las despedidas interrogantes* Dos madrileños, , destinados a Africa, vinimos a Santander a recibir la instrucción militar. Nos conocimos en el cuartel de la Montaña, momentos antes de partir el tren, y antes de llegar a Santander éramos ya verdaderos hermanos; que nada hay que una tanto a los hombres como la incertidumbre de un mismo porvenir y la confianza, que nunca desaparece de ningún pecho cristiano, en la voluntad de Dios. Nos. recibió la bella capital montañesa con un día primavera!. Subimos al cuartel, que se eleva en una altura, dominando la población. El ambiente, claro y limpio; destaca con vigor el paisaje bravio; el cielo, de un azul sereno, sin mácula, se mira en el mar, y éste, arrullador y cadencioso, lame mansamente la costa y se deshace sobre ella con fulguraciones de nácares y argento. Al otro lado de la bahía rielan los rayos del sol sobre la alfombra del valle. Dijérase que en el ambiente había diluido una mano invisible polvo de oro. Cuadro maravilloso de luz y de color, de belleza y de armonía, de sol y de gloria! Cantos de pájaros, silbos de sirenas, canciones de soldados y arruyos del mar... No pude gozar mucho tiempo del espectáculo, porque nos llamaron para darnos el uniforme. ¡María Santísima, la que se enredó cuando nos vistieron! Todos queríamos vernos; pe¬ díamos a gritos un espejo y éstos pasaban de unas en otras manos con vertiginosa rapidez. Cantábamos, bailábamos, saltábamos, gritábamos hasta enronquecer. — ¡Viva el Regimiento de Valencia! ¡Viva Africa! — gritamos nosotros. Así permanecimos largo rato, hasta que el cansancio nos fué disolviendo. En la carretera, fuera del cuartel, formamos grupos pequeños y charlamos con animación. La tarde se ha enfriado. Viene del mar un viento rudo, que brama en la montaña. Sale un barco grande de la bahía. Ün veterano se acerca a nuestro grupo y pregunta: — ¿Sois de Africa, chavales? —Sí - le contesto. Callamos todos; el] barco ha entrado en la mar libre. — Por allí se marcharon los compañeros nuestros que están en Africa — dice el veterano. Nadie habla; todos miramos al mar. Por donde se fueron los otros; por donde iremos nosotros; por donde volverán... los que vuelvan. El mar, a nuestra vista, viene a ser como una interrogación caída en nuestras vidas. Lentamente volvemos al cuartel. En la carretera, sentado en un ribazo, canta un soldado un alalá gallego, y la dulzura de sus notas se extiende sobre las cosas. «Tenño una casiña branca escondida entre laureíros...> Pedro Valverde La UÉ ñ la Ira El día i.0del mes actual se despedía con una taide soleada y tranquila, momentos de bonanza precursores de un día feliz. En las horas primeras de aquella noche inolvidable, cuando nos ocupábamos en vestir con el lindo manto de tisú de plata, y alhajar a la Patrona milagrosa y bendita, nos vimos agradablente sorprenjidos con varias fa- millas que llegan a pasar la noche en f la Ermita. ¡Pobrecitosl ¡Cuánta abnegación, y qué amor tan intenso el que sienten por esta adorable morada y por la I'eina augusta que la vivifica y alienta! Sin mantas, sin colchones ni medios para defenderse de las inclemencias del tiempo, en época tan cruda, arriban a estas crestas a aguardar el día de la Purificación; hechos que prueban, con elocuencia soberana, el poder atrayente de la montaña santa y la necesiJad de reparar, hermosear y engrandecer la casa de la Virgen, a fin de ponerla a la altura de la tama tradicional y del amor que los fieles le tienen. Si desde el siglo XIII en que tuvo lugar la fundación hubiera sido atendido con cariño ¿no sería ahora tan suntuoso como los de Beguña, Monserrat, Convadonga y Andújar? ¿Hubiera llegado al estado ruinoso en que se encuentra el temp'o de la Sierra? ¿Verdad que no? ¿Qué nos dicen las grietas y polillas de los altares, los agujeros de la corniza de la media naranja, el desplome del altar de Santa Ana, derrumbado en parte, la Imagen Je San Pedro que carece de una mano y los tonos ruinosos de los restantes altares? Que hay que volver la vista al Santuario y mirar a la casa de la Virgen, a fin de repararla en estado decente y digno. Las horas de aquella noche transcurren rápidamente, amanece, y comienzan a llegar los peregrinos; era pintorezco el aspecto de la montaña con la cinta ondulante de peregrinos caracoleando por las revueltas; unos arriban a pié, otros en caballerías, descalzos varios, se arrodillan algunos en el patio y así llegan hasta el altar de la Patrona y todos traen cera, violetas, narcisos y lirios. Entre estos nos conmueve un matrimonio piadoso que cumplen una promesa por gracias recibidas; padre, madre e hija, salieron de Cabra descalzos. Y cuando llegaron a la entrada principal del Santuario, la madre se arrodilla y arrastra su pesado cuerpo por el patio, lo atravieza trabajosamente, avanzando con las rodillas, ante la admiración de los fieles que lloraban emocionados. El momento fué solemne, el silencio absoluto; la devola M.a de la Sierra Contreras, caminaba muy despacio, las losas de la fe tiemblan al contacto de las. rodillas dolientes de Sierra, que deja en ellas, como trofeo conmovedor, trocitos de epidermis que desgarra el brusco contacto. Al lado de esta devota, caminan descalzos el esposo Antonio la Rosa (San- — ! cho) y su hija Araceli, y llorando llegan a las plantas de la Virgen. Las campanas cantan las alegrías de aquella mañana anunciando a los fieles la festividad que se avecina. Eln el templo brillan las Mamitas oscilantes de multitud de candelas que arden en el altar principal y en todos los demás altares; venía a ser como un joyero tapizado de esmeraldas, rubíes y brillantes y en el centro la Patrona, de gran gala, bendiciendo a los que llegan; el Divino Niño en el altar, en lujoso silloncito. Ya esta en el Santuario la señora Vizcondesa de Termens, que costea la función; en la caravana de señora tan piadosa, figuran el celoso y culto párroco de Santo Domingo don Antonio Povedano y Roldán, el virtuoso sacerdote don José Panadero Almagro; don Pedro López, jefe de la guardia municipal, D. Francisco Sánchez, jefe de los guardas de la Comunidad de Labradores, don Guillermo Avellán, doña María Ulloa, doña Mercedes Jiménez, don Manuel Megías, director de El Popular, don Juan Cruz Vilchez y otros muchos más. PRIMERA MISA. La rezó el distinguido párroco de Santo Domingo, don Antonio Povedano, oyéndola muchísimos ñeles, pues estaba llena la iglesia. LA FUNCION. Actuó de preste el Sr. D. José Panadero, cura de Montemayor, accidentalmente en esta ciudad; en el templo veíamos numerosa concurrencia; terminada la bendición de la cera y del romero, el sacerdote dió una ramita de éste y una candelita a cada uno de los fieles, incluso a los niños. Seguidamente se organizó una procesión claustral por el templo y patio del Santuario, con el Divino Niño en brazos del sacerdote; acto seguido, la función; en ella hicieron sus envidiables facultades de cantantes, los jóvenes don Antonio y don Luis Felipe Cruz y Ulloa, que ejecutaron, con afinación y disciplina una hermosa obra, con don Guillermo Avellán, que tocaba el armonium. Fué interesante la ceremonia de ofrendar la torta y los pichoncitos-bebés, por la señora Vizcondesa y Hermana mayor; y lucidísimo el besamano y aguinaldos al Divino Niño; todos los presentes ofrendaron, incluso los niños; entre estos recordamos a la niña Tiburcia de El Loberón, con todos los hermanitos. En la presidencia del aprisco, estaba la señora Vizcondesa de Termens, Hermana mayor y cuatro Hermanitas de la Comunidad del Asilo de pobre-