I i FRANQUEO CONCERTADO r I I FRANQUEO CONCERTADO i I SEMANARIO INDEPENDIENTE DEFENSOR DE LOS INTERESES GENERALES DE CABRA Y SU DISTRITO TRECIOS DK SUSCUfl'CION kHíí ^ En CABRi, un mes 0' 50 ptas Fuera, tri- l\ llIV Allí j: mestre, 2 00 Semestre, 3 50. Un año, 6 ji :: No se devuelven los originales E: SE PUBLICA LOS DOMINGOS Cabra 6 Enero de 1924 Redacción. Administración e Imprenta, :: Juan Ulloa, 44, donde se dirigirá toda la co- i| () |0 rrespondencia Todos los autores serán res- |8 ponsables de sus escritos — Sí, hija mia, fué milagroso, como ya te dije antes, que no sufriera ningún desper.'ecio la Santísima Virgen, San José y Santa Marta al ser derribados al suelo por el empuje de una pared que se derrumbó y,... mucho más granJe aún y más milagroso, que el Rey de cielo y tierra, el Todo- poderoso, nuestro Padre celestial, el divino Dios humanado, cayera también al suelo, sin que al rodar se abriese la puerta de la estrecha Cárcel que encierra a tan alto prisionero. — Si que fué milagroso cuanto me dices, y ¿cómo sucedió, querida tita.? — Mira, hija mia, ya se hhbian retirado los albañiies a sus respectivos hogares; los ancianitos, que terminaban de cenar, se dirigían a sus dormitorios acompañaJos los más ¡Tiposibililados de las hermanitas que, cariñosas y sonrientes, les ayudaban a llevar sus pesados cuerpos; en estos momentos oyóse un ruido que parecía se desplomaba toda la casa; \de que terror fueron sobrecogidos en aquellos momentos ancianitos y comunidad! ¡que pánico embargaba todo su ser; todos quedaron como pet ificados en aquel momento, solo se oyó upa voz unánime, entrecortada, sollozante, que decía ¿que ha pasado, Virgen Santísima? pero sin que nadie se atreviese a correr al lugar donde se había oiJo el derrumbamiento, únicamente se vi ó, una sombra deslizarse ligera como el viento; é-.ta penetró en la Iglesia que era el lugar de la catást-ofe, una voz llena, de timbre claro pero acongojada decía, ¡Santo Dios, que desgracia!, esta voz fué reconocí Ja por toda la comunicad, y saliendo de su letargo, penetraron en la Iglesia, ¿que encont'dron ahi? ¡ahí... encontraron un cuadro tristísimo, Había desaparecido el altar, la Santísima Virgen, los Santo-, nuestro divino Señ ir, todo, todo había desaparecido; solo se veia un montón de ripios,! las monjas estaban aterradas, buscaban con afán de quién había salido la voz que las sacó de su ensimismamiento; no tardaron en reconocer a la Reverenda Madre que, postrada de hinojos, con las manos cruzadas y la vista elevada al cielio, repetiá frases entrecortadas pidiendo auxilio a la diviné Providencia. lista, no tardó en ilutfiinarla y, levantándose ligera y decidida, comenzó a dar órdenes, las que inmediatamente fueron transmitidas; no taidaron en personarse en la santa casa Asilo, el digno y virtuoso Arcipreste acompañado'de otro respetable sacerdote y el maestro de obras con El problema de la economía está resuelto con la ■ OLLA La Olla Exprés, está siendo la olla universal en las cocinas, por infinitas razones: Con la Olla Exprés, se economiza un 80 % de combustible y tiempo. Con la Olla Exprés, no hay carnes, legumbres, ni ninguna clase de alimentos duros, pues con dejarlos cocer con un poco más de presión, se ablandan siempre. Con la Olla Exprés, se hace un inmejorable consommé para enfermos. Con la Olla Exprés, no hay que ocuparse de la cocina hasta un rato antes de las comidas, pudiendo la cocinera dedicarse a las diversas faenas de la casa con entera libertad. Con la Olla Exprés, no hay distracciones en la cocina, porque el silbato avisa el término de la cocción, en los pocos minutos que ésta cuesta. Con la Olla Exprés, en fin, ha resuelto usted el problema de la alimentación y de la economía. Representante exclusivo para CABRA, Priego, Carcabuey, Rute, Doña Mencía y Nueva Carteya, MIGUEIL- REIREIZ CHACON Telegramas: P. CHACON C 4 B K A :: Teléfono, número 163 su cuadrilla de albañiies, los que inmediatamente procedieron ai descombramiento con anhelosa solicitud, como el que busca un tesoro; en realidad, un tesoro fué lo que se había perdido... y el que ene )ntraron, como ya te he dicho, ileso, sin alteración, sin desperfecto alguno ¡qué alegría!, ¡qué gozo se reflejaba en toJos los semblantes! (antes entristecidos y apocados) asi, hija mía, que ya puedes hacerte cargo del milagro tan grande que en esto obró la Divina Providencia. — Es verdad, querida tita, es un milagro granJisímo, ¡que lástima que no pue.ian hacer, una Iglesia nueva! ¿no es verdad? tan pequeñita como se ha quedado! yo tengo que reunir a todas mis amiguitas y compañeras de Colegio y decirles lo que ha pasado para que todo lo que hemos reuniJo de los aguinaldos lo demos para que hagan una Iglesia nueva, que esas pobreciUs monjas no pasen más sustos. — Ya veremos, hija mia, ya veremos lo que Dios quiere, en esto y en todo ha de cumplirse su Santa Voluntad; si conviene que se haga la Iglesia ya Ntro. Señor inflamará los corazones de sus hijos, también nuestra Patrona María Santísima de la Sierra derramara efluvios de caridad en sus amantes hijos y bajo estos auspicios confiemos en la misericordia divina. Ella nos alentará con su mano protectora. Una amante del Asilo. 2 de Enero de 1924 RAPIDA En la Papelería de M. Cordón hay tacos de Almanaque. « Dclici'l 1 ni ü&Wrñdh mélico mnyi'i'lan,'). 'l-tn huii G- irc.íi tiid en testimonio de sincero afecto» Es U víspera del día de los Reyes... En suntuosa citsa, morada de un matiinonio, de desahogada posición, con cinco pequeñuelos, se escuchan en las primeras ñoras de la noche el repiquetio de castañuelas, panderetas y demás instrumentos pastoriles. ■ Es el preludio de la festividad que se avecina. El mayor de los ángeles de aquel hogar, niña de ocho años, ha colocado, antes de entregarse al sueño, sus zapatos de charol, obsequio de sus padres en los pasados días de Navidad, en uno de los balcones de la artística fachada de aquel santuario de la paz y del cariño. Con dificultad concilía el sueño, despertando a intervalos en espera del tradicional obsequio de los Reyes Magos. 0 Amanece... El reloj del Ayuntamiento ha da^o siete campanadas. La cariñosa madre lleva al lecho de aquel pedazo de su corazón la fineza de los Magos: ««/2 precioso bebé y una vistosa canastilla de dulces* El padre no ha po.iido presenciar aquella escena de satisíaccion y de alegría por cumplir con la misión que le impone su cargo. Al regreso de su asistencia facultativa, la esposa lee en su semblante algo anormal; la hija vé en el rostro, siempre cariñoso de su padre, retratada la angustia y la congoja. Después de unos instantes de silen¬ cio, en presencia de aquel ángel, detalla a la esposa y madre el cuadro triste y desgarrador que acaba de contemplar y la pequeñita, allá en el fondo de su alma, proyecta una acción heróica de amor y de caridad cristiana, que realiza en tan solemne día. Es la víspera del día de los Reyes... En una casa de beneficencia, mansión del dolor, se escachan ayes lastimeros que desgarran el alma, preludio de una desgracia próxima, de un funesto desenlace. En una sala destinada a mujeres, hay una victima de penosa enfermedad a la que acompaña una niña de seis años. La candarosa criatura ha colocado en la modesta ventana de su reducido dormitorio, sus alpargatas de lona para que los Reyes le hagan un regalo. Al amanecer, la enferma se agrava y se hacen precisos los auxilios déla ^ ciencia. El médico cumple su misión y presencia la alegria de aquella desgraciada pequeñuela que le enseña el obsequio que le han traído los Reyes Magos <-una cestita de caña que contiene un rosco y unas tortillas.-» La madre contempla, anegada de llanto, a aquel ser tan querido y, olvidando sus acerbos dolores, comparte con aquel pedazo de su corazón sus alegrías. Dos gruesas lágrimas surcan las mejillas del doctor... ¡es padre! Son las once de la mañana del día seis de Enero. Un caballero, acompañado de una niña que lleva a la mano un paquetito, han llegado al Hospital. Penetran en la sala de la paciente y después de los saludos que la buena educación exige, la hija de la enferma presenta y ofrece a la visita el regalo que le han hecho ios Reyes. La hija del médico, al ver las atenciones y deferencias de aquella desheredada de la fortuna, se aproxima a ella, sin reparar su desaliñada y harapienta in mmentaria y, confun liéndose en cariñosos ósculos y paternal abrazo, le entrega