ACC Un mal futbolista, William Ellis, inventó el Rugby, sin saberlo (Viene de la página 4) encuentro interescolar, Ellis — que formaba parte del conjunto de la Universidad— tuvo conciencia de su indignidad, de su impotencia para el deporte. Su actuación hasta aquel entonces se había limitado a ver pasar el cuero a varios metros de donde se encontraba. Pero él quería, al menos, realizar uno de los sueños de su vida: marcar un gol. Y así, una de las veces que vió cerca de él el balón, no lo dudó un instante: lo cogió, se lo puso entre los brazos, y echó a correr como una flecha hacia la meta contraria. Sus compañeros se quedaron asombrados ante tal falta de las reglas del juego. William, fué a depositar, lleno de emoción, el balón, entre los palos de la portería. Sus camaradas no le comprendieron y se mostraron severos con él. William Ellis acababa de inventar el rugby. En toda Inglaterra no se hablaba más que de William. La mayoría lo criticaba y unos pocos, audaces, elogiándole, trataron de adoptar esta nueva "técnica" del juego, estimando que podría ayudar al interés del fútbol. EL RUGBY LUCHA, PARA ABRIRSE CAMINO. Esos pocos audaces que vieron en la "jugada" de Ellis, un nuevo deporte, por miedo no osaron poner en práctica la nueva "técnica". Fué en 1839, cuando dos equipos de Cambridge, sugestionados por las palabras del estudiante Albert Pcll, aplicaron esta nueva regla al juego del fútbol. Tres años después, el nuevo juego era conocido con el nombre de "rugbi". Por esta época llegó a ser incluso objeto de numerosas competiciones entre los centros docentes de Inglaterra. Pero hasta 1861 rio se extendió en las grandes ciudades británicas. UN MONUMENTO AL INCOM- PRENDIDO WILLIAM Demasiado tarde se reconoció la genialidad del estudiante y mal fubolísta William Ellis. Pero el mismo siglo en el que vivió, llegó el ansiado instante. Faltó poco para que lo expulsasen de la Universidad; hoy es un héroe. En medio del campo de la Universidad Rugby, puede verse un pequeño monumento en su honor, que se eleva, con sencillez, y lleva la siguiente inscripción; "Este monumento conmemora la actitud de William Wobb Ellis, quien con un desprecio absoluto de las reglas del fútbol, tal y como se jugaba entonces, fué el que tomando el balón entre sus manos, corrió hasta la meta contraria, inventando así las características que marcan el juego del Rugby. 1823." El pobre Wobb Ellis no pudo saber que el éxito coronó su audacia. Aprendan muchos deportistas de hoy, que siendo "malos" no tienen la suficiente valentía de retirarse a tiempo o... de inventar otro deporte. José María LOPEZ APARICIO. FIN DE AÑO Se nos^va el año... Dentro de pocos días la hoja del almanaque, en su efímero reinadó de 24 horas, señalará una cifra, 31; el año 1955 se marcha y nosotros, como siempre, como cada año, en esa fecha nos aprestamos a despedirlo, y, ¿cómo? Pero antes de entrar en ese como, vale la pena pararse un poco en el qué, en lo que despedimos: Un año se va. Una sucesión de días que ya para nosotros fueron Juan Gómez MaíeosrS . A. FÁBRICAS DE HARINAS Granada Madrid Guadix "^SCí-* !>B&'» ' y que con su paso han 'ido acortando nuestra vida y acercándonos, cada uno un paso más, de forma inexorable, a ese final al que, desde que nacemos y por el solo hecho de nacer, estamos condenados. Es decir cada año que pasa, cada 31 de.Diciembre que contemplamos en el almanaque, es un paso mas y paso de gigante que nos lleva a la muerte. Despedimos al año y es en realidad el año quien nos despide a nosotros. Dicen,— yo no lo he visto nunca — que los gitanos, cuando muere algún familiar lo festejan y celebran zambra y fiestas; no sé que pueda tener eso de cierto, pero si es así, en estas fechas todos nos volvemos un poco gitanos y con un total olvido de la realidad celebramos con fiesta y algazara el paso de un año que se lleva con él un trozo de nuestra vida, de una vida .que en realidad no nos pertenece y de cuyo empleo hemos de dar estrecha cuenta. Concibo que el materialista, que no ve en la vida sino la posibilidad de placer, que en toda ocasión lo busca, y de cualquier cosa hace pretexto para gozar carnal y bestialmente, celebre el final de año entre fiesta y regocijo con esa absurda incongruencia de deglutir un número determinado de granos de uvas al compás de las últimas companadas del año. Y,— aun cuando no acabo de comprender su significado, lo que pueda tener de simbólico, — ¿crees tú, lector, que te llamas católico y hasta puede que te sientas tal, crees, de verdad, que la mejor forma de agradecer a Dios el permitirte ver un nuevo año, es comer unas uvas y agitartu cuerpo, — que segxin la doctrina que profesas es santuario de tu Dios, --a los sones de cualquier orquesta? Y sin embargo es así. Da pena..., es trágico..., pero es así. Son muchas las ocasiones, pero en estos días, en estas fechas, es cuando vemos de verdad la mentira inmensa que llevamos con nosotros. Creemos ser religiosos, blasonarnos de ello, y somos seres sin Dios, ateos^que rezan, descreídos, hipócritas que se arrodillan; seres que ofrecen lo que menos cuesta, genuflexiones, silabeos sin convicción, pero imposibilitados de ofrecer de verdad, con plenitud, nuestra alma, nuestro corazón, por que nuestro corazón no pertenece a Dios, está muerto, sujeto con cadenas de pasiones y pecados a la tierra, al barro de que estamos hechos. (PaM a U página 2)